Entonces todo era distinto. Como la vida no había empezado a demostrarse todavía, aún era fácil juntar los años, vivir los hijos y envejecer. Recuerdo que había flores que siempre estaban de vacaciones en el campo. No sé si ahora las hay, tal vez las haya, pero no he vuelto a reconocerlas...
Luis Rosales, El contenido del corazón
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Mantenemos ante una cámara una conversación sincera, delicada y con enjundia, porque queremos facilitar que las personas muestren sus recuerdos, sus sueños… lo que su corazón contiene. Para ello, realizamos un trabajo de campo previo con el fin de hacernos una idea de con quién vamos a conversar, de cómo hemos de escuchar a esta persona, de qué preguntas pueden servir para que hable de lo que realmente le importa en la vida. Y lo intentamos hacer con delicadeza y sosiego, respetando los silencios, buscándolos porque es en silencio como vive el corazón.
Quizá en el encuentro salga a la luz un recuerdo casi olvidado, no esencial, banal incluso (recuerdo que había flores…), pero del que se necesita hablar. Tal vez, el recuerdo de un sueño intentado que fracasó, o el de una persona que apareció en su vida y fue importante, o quizá necesite expresar un deseo para que lo conozca la gente a la que quiere. Sí, eso es lo que deseamos: dar a las personas una oportunidad para que muestren el contenido del corazón y que este quede en el corazón de quienes las acompañan en la vida; quizá también de otras.
La idea es hablar, pero no es un hablar por hablar, sino hacerlo de tal manera que nos permitamos llegar a decir algo que nos importa, que quizá muestre bien cómo somos, cómo concebimos la vida, cómo la afrontamos. También, cómo afrontamos la muerte. Habrá preguntas que no se contesten porque no se considere oportuno, pero aparecerán otras que quizá sirvan de incentivo para acercarnos a algo que nos inquieta, bien porque toca nuestros miedos o nuestros deseos. En principio, se hablaría de cosas acordadas, pero con permiso para desviarnos y hasta perdernos.
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